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DEL 8 AL 29 DE ABRIl 2022
De lunes a viernes de 18.30 a 21,30 h
SIGUE SIN EXISTIR
Una exposición de Alsira Monforte Baz, Susana Pérez Giber yYolanda Santamaría Galerón
“Vendrá el tiempo porque el tiempo está viniendo, porque algo está viniendo, aunque solo sea hasta el momento en que nada venga.”
El barón de Münchausen emprendió sus viajes inventados ligero de abrigo. Lo único que verdaderamente existe en su relato es el frío que pasó. Pues, ya emprendido su camino hacia Rusia, no dará marcha atrás ni para coger mantas ni para contener su relato. En un entorno en el que todo está roto, fragmentado y en perpetua mutación, lo único a lo que podemos agarrarnos es al pico del capote del barón de Münchausen. Un capote que ya no sabemos ni dónde está porque se lo regaló al primero que se encontró por el camino. Se ciñó el barón en sus historias a lo estrictamente imposible. Quitándose de encima las capas de lo predecible decidió apostárselo todo a la fantasía demencial. Estaba el barón de Münchausen llegando “a ese otro lugar incalculable e inmanejable” en el que ya todo es posible. Acabó, sin proponérselo, en “un país sepultado por la nieve”. Escribió, sin saberlo, la biografía perfecta.
Una biografía se puede hacer a través de los restos, una arqueología minuciosa de los hechos podría darnos cierta idea de lo que ocurrió. De esta manera, sin embargo, toda biografía pasará a formar parte del género de la ficción. Será la narración entonces reconstrucción de los hechos, un arte combinatorio en el que encajando las piezas llegaremos a infinitos principios e infinitos finales. Solo un relato nacido de la fantasía pura, si es que eso es posible, podría ajustarse a cierta idea de perfección o verosimilitud. Sigue sin existir es la continuación de una primera exposición que se llamó No existe. Y que siga sin existir solo puede decirnos de su persistencia. Nada ha cambiado desde la última vez. No existía y sigue sin existir. Son los restos de los restos, porque, aunque no exista, todo se rompe. Y es tarea del espectador negar la cadena de acontecimientos, pues una serie de eslabones no siempre dan lugar a una cadena. Así, en esta exposición los restos no prueban nada, se justifican por sí mismos como piezas creadoras de nuevos significados. Nos encontramos con fragmentos, objetos desplazados y cristales, huesos que nunca llegan a soldar encajados a la fuerza y que en su transparencia permiten, no solo ver lo que hay detrás —una pared—, sino lo que hay más allá, en el tiempo.
Esta exposición indica la herida por la que la realidad se desangra, y señala con el dedo temblando una nube de tiempos condensados. No hay aquí el duelo del réquiem, ni el duelo a muerte de los asesinos de la Historia. Hay una forma de celebrar la confusión, si no en un mismo lenguaje, sí en una misma dirección. Yolanda Santamaría Galerón, Susana Pérez Gibert y Alsira Monforte Baz son muy conscientes de la naturaleza de la memoria y deciden, ante la fragmentación del tiempo, la destrucción que provoca la catástrofe, la confusión de los espacios simultáneos, el silencio de la pérdida y el vacío de lo que ya no está, unificar un discurso en la diversidad de formas mostrando una obra que no ha acabado, que existe pero que no existe, que ha sido concebida y que a la vez ocupa el lugar privilegiado de los trenes en marcha.
En previsión del desastre, o plenamente sumergidas en él, puede sentirse cierta melancolía por lo que no existe. Hay una preparación para perderlo todo señalando que ya todo se ha perdido. Y que solo en el ejercicio de pensarlo, de recrearlo, se puede superar esa pérdida.
Al abrigo del inexistente abrigo de Münchausen, Mujer fantasma, de Yolanda Santamaría Galerón; Hacer después, de Susana Pérez Gibert; y La piedra que cayó del cielo, de Alsira Monforte Baz nos plantean tres formas sin forma de la biografía, biografía familiar que son los fantasmas y las máscaras perpetuas, biografía de la transparencia que es el cristal roto recomponiéndose, y biografía del mundo que es la historia de sus catástrofes y ruinas. Tres postrimerías que en conjunto dan lugar a una cuarta, el paraíso, en el cual podemos ver un infinito paisaje vacío. La fantasía absoluta, esta vez sí, habiendo llegado a ese país sepultado por la nieve en el que cada uno puede recrearse la historia tal como fue.
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